“Para ser dueño del Ave no hay que tenerla en la mano, sino dejarla
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“Para ser dueño del Ave no hay que tenerla en la mano, sino dejarla
“Para ser dueño del Ave no hay que tenerla en la mano, sino dejarla volar y gozar de su color, su libertad y su canto.” - Facundo Cabral Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se aferraba en ello. Al principio se compró un espejo en el que se miraba largos ratos buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarlas y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl. Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica. Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus ancas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y se sentía muy orgullosa de que todos le aplaudían. Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejó arrancar las ancas para ser degustadas. La rana se sintió muy triste cuando a los comensales les escuchó decir: ¡Qué buena rana, hasta parecía pollo! ¡Pobre rana!, siempre dudando de su identidad. ¿No nos pasará a veces lo mismo a nosotros? Tengamos en cuenta que cada hombre es un ser irrepetible y siempre novedoso y que, sin negar cada uno de nuestros componentes sus uso y combinación dan siempre resultados originales. ¡Angustiados viven los padres que creen poder programar a sus hijos! ¡Angustiados viven los que se pasan la vida asomándose por encima de la barba del vecino! ¡Pobres los atrapados y los atrapadores que caen en las redes del amor posesivo! #LasallistasSeamosLuzDeMéxico